domingo, 25 de abril de 2010

Arnaldo Domínguez - "Pedrito en el país de las perversiones"

Jamás leí cualquier autor psicoanalítico que trate del tema denso de las perversiones sin que, en médio a sus enunciados, no aparezca una enunciación cargada de moralidad ideológica. Ni siquiera en las ideas axiomáticas del Dr. Lacan, tantas de ellas en defensa del psicoanálisis, esta particularidad se encuentra ausente. Sea la perversión la esencia del hombre, lo que a todos nos incluye, o sea el comportamiento sexual de los demás , es decir, aunque la pretensión fuera la de avanzar de lo sexual a lo social, retumba el eco de la voz celeste entre los sentidos que el autor expresa.

Por lo tanto, al referirme yo a estas cuestiones, no lo haré de un modo diferente. Al contrario, partiré de mis propias convicciones ideológicas, menos tímido que Joyce Mc. Dougall, cuando defiende una “cierta anormalidad”.

Leí recientemente, en la internet, un trabajo sobre el fenómeno psicosomático intitulado “Ser mujer, duele”, en el cual, la autora, manteniendo un discurso conciliador entre el psicoanálisis y la medicina (integra el departamento de psicologia médica de una universidad), afirma, entre tantos otros datos, que el marido camionero de la “enferma” la traicionara con otras mujeres y con “homosexuales”. Porque decir “homosexuales” (a los otros) y no al marido mencionado, o, entonces, porque no llamarlos de “hombres”, ya que las demás amantes ocasionales son llamadas de “mujeres” (y no de “putas”, por ejemplo)?

Es porque aquí, precisamente, se le escapa – a la autora – su posición moral.

En el año 1972, cuando yo vivía en la Estáncia “La Enriqueta”, en Quemú-Quemú, Província de La Pampa, y llevaba la leche de las ordeñas hasta la fábrica de laticínios de Miguel Cané en el Renault de mis padres,y sin carnet de conductor, ya que era menor de edad, fuí perseguido por la policía local – hartos de conocernos – pués tenían que validar su actitud servil al capitalismo terrateniente, como supongo que continúan procediendo, sin que consiguieran alcanzarme. Yo manejaba bien y conocía, uno a uno, todo charco del camino.

Más por causa de mi fuga cinematográfica y por la imperícia al volante de mis perseguidores, que por la transgresión en sí, mi padre fué humillado y apuntado con ametralladoras (las sabrían usar?) y tuvimos que presentarnos a la comisaría.

Mientras allí aguardábamos, en el banco de los reos, trajeron detenido a un muchacho – que repartía los diários en el pueblo – acusado, a viva voz, de haber sido flagrado “haciendo sexo con un padre de família”. - Perdóneme, Sr. Comisario – clamaba el infelíz – Son debilidades que uno tiene...

Y, si yo me hubiese atrevido a abrir la boca, habría dicho: más de uno!

Entretanto, mucho más que de la propia situación en sí, supe – años después en un diván – que fué el “sexo con un padre” que me calló la boca. Por suerte, digamos.

Esta fantasía está en la génesis de las neurosis, o, mejor dicho, es la arcilla de la que se construyen las proto-fantasías. El universo judaico-cristiano tiene, en el guión que une y separa tales significantes, toda la problemática del “afánisis”, el temor a la castración, tomado por la perspectiva del eclipse de la subjetividad y amparado en el amor al/del padre. Y no de la madre, como quisieran suponer. La madre será siempre “idish mama”, para todos. Cuando no lo fuera y ocupara, entonces, el lugar del padre, sería del padre terríble y causaría la lesión psicosomática o la muerte. Como mejor gritaría Dom Pedro, en los márgenes del Rio Ipiranga.

Es por aquí que situaré la perversión, al proponer la estructura perversa, pués es aquí que se puede postular la exsistencia de la “Mujer fálica”. Antes del Edipo sepultado. Pero, aún, con la inscripción del padre, es decir, con alguna eficacia del Simbólico. Sino no podríamos hablar de neurosis y perversiones. Se trataría de psicosis.

La policía es la reencarnación de la perversión en nombre (o en función) de una madre Todo-Poderosa. Que se llame “La Patria” o “La Nación” o como quieran llamarla, es por esta vía que todo “nacionalismo” ciego nos conduce a lo caótico, tal como lo conocimos en la carne en el siglo pasado. El siglo matriarcal?

Del pater-família fuímos al mater-dei?

Invocaré a un muchacho que escucho para que nos traiga alguna clareza: Pedrito era un joven mozo de un bar universitario que atendía, entre otras, a una mesa en la que se encontraban Júlia y Pedro, un músico de una banda famosa, esa que iba a tocar en la capital. Pedrito suponía que era gay y cogía con muchachos en el baño de la universidad. Siempre activo por formación reactiva.

Un día Pedro faltó al encuentro y Pedrito consoló la tristeza de Júlia. Se besaron. Hicieron el amor. Se tornaron amantes. Júlia tenía el doble de su edad.

Pedrito era hijo de un policía, que se llamaba Pedro. Y que siempre afirmaba haber nacido “torcido”. Pedro vino de otra Província con su amigo inseparable, también llamado Pedro. Se casaron con dos chicas hermanas y siguieron inseparables. Entraron juntos a la policía. Tuvieron hijos que se llamaban primos, sobre la misma piedra en que fundaron esa congregación.

El padre de Pedrito fué acusado y convocado a una comisión de inquérito. Debía, pués temía. Vivía con el hijo adolescente, después de la separación. Un día antes del tribunal, lo abrazó, guardó la pistola entre la ropa, dejó en casa todos los documentos y salió. Pedrito lo alertó sobre el clima: hace frío, llevá la campera. Así lo hizo.

Y nunca más se supo de su destino. Ni encontraron el cuerpo.

El tío Pedro, desconsolado, vino a ofrecer consuelo a su sobrino. La situación “pegó fuego” (como dijo) y terminaron en la cama. El tío confesó que él y el padre de Pedrito, eran amantes. Màs que, últimamente, se habían dedicado a prender jónenes muchachos y a estuprarlos en el veículo oficial.

Parece que a Pedro, el padre, con uno de éstos muchachos “se le fué la mano”. Este policía no andaba muy bien de la cabeza en los tiempos recientes a su desaparición. Le contaron las putas a Pedrito. Lo hicieron en una escena significativa (que ayudó mucho en su análisis): él venía borracho y perdido por la calle, persiguiendo a un cura que lo quería de amante y para tal, disimulando frente a la iglesia, le ofrecía un lugar en el grupo de jóvenes. Esa noche le había pateado la puerta de la casa parroquial y el cura había llamado a la policía. Pedrito huyó y se escondió en el prostíbulo. Una puta le preguntó: - Vos no sos hijo de Pedro N.?

Y al recibir el Nombre-Del-Padre, quedó sóbrio, de inmediato. Y consiguió retornar a su casa. (Lo que mucho significa).

Le contaron, también, que su padre inconformado con la recusa de servirle bebida por parte del dueño del bar, ya que estava de servicio (con uniforme), sacó el arma y disparó un tiro por sobre la cabeza del bolichero, adonde había la imagen de su santo protector que se hizo añicos. Y entonces, se enloqueció “del todo”.

A Pedrito lo encontraron, cierta vez, en un baño y el muchacho del mictório vecino no sintió regocijo al ser mirado en su miembro. Lo llevaron detenido. El policía que lo interrogó lo obligó a sacarse la ropa y le metió el símbolo de cambiar ideologías (como llamaba Quino, através de Mafalda, al porrete) en el culo.

Por eso Pedrito era siempre activo: cambió de ideología.

En los últimos tiempos Pedrito se presentó voluntariamente en una comisaría para ofrecerse de intérprete a dos sordos detenidos por robar alimento en un supermercado. Siempre activo.

El comisario estaba preocupado por tener que submeterse al poder de un intérprete.

De que lado estará? Se preguntaba en voz alta.

Miren el poder que puede a llegar a tener el crímen organizado!

Contratan sordos y después intérpretes y no sabremos si lo que nos traducen es lo que preguntamos!

El comisario estaba contrariado pués tuvo que soltarles las esposas a los presos, lo que, según él, es contra los procedimientos. Ocurre que los sordos hablan através de las manos. Que remédio?

Pedrito le dió una garantía: la ética de mi profesión es traducir para los sordos todo lo que los hablantes dicen. Debo traducir ésto que está diciendo?

 No te hagas el sério! Dijo el comisario y todos los agentes se rieron.

 Y si yo también me río, sin traducir de que, cual será el sordo que irá a confiar en mí?

Se tuvieron que callar la boca. Pedrito se sobresalió gracias a su posición ética. Al mismo tiempo, una dulce venganza. Un palo en el culo de la policía estupradora.

Es un pequeño episodio, enorme al mismo tiempo, en el que la ley del deseo se impone e irrompe en el universo de las perversiones en las cuales vivimos todos los habitantes de la sociedad tan religiosa que eligió la policía que tenemos para que defienda, a todo costo, pués los fines y los médios se confunden en ésto, a la família y a sus propiedades.

Porqué será, pregunto, que los psicoanalistas andan buscando perversiones con lupa en sus divanes cuando ellas están, para todos, a ojos vista? En la cotidiana banalidad del mal...

De que lado estarán?

Obviamente que yo estoy, desde siempre, del lado del diariero de Quemú, a favor de las debilidades y contra todo tipo de embrutecimiento irracional que nos hace callar y que es opuesto a la propuesta freudiana, que es la de emancipar a los seres humanos del yugo opresor de sus verdugos, tanto del super-yo, esa tierra extrangera interior, cuanto de la realidad, esa tierra extrangera externa. Y permitirle al yo, ese conocimiento paranóico que tenemos del “mí mismo”, retornar de su exílio imaginario por caminos simbólicos.

Con sujetos que, por fin, se sitúen en sus caminos perdidos y se responsabilizen por la tragedia de sus acontecimientos, es posible aspirar a la esperanza de una vida social más rica en experiencias comunicables y más digna en sus relatos sin-verguenzas sobre lazos humanos.

Para mí éste es el valor real del psicoanálisis en intensión y en extensión. Después que derrumbamos el muro de las ideologías y posibilitamos la ética de lo que llamamos, deseo, podemos suponer un lazo solidario que no reduzca al receptor a la condición de un puro objeto de goce del mandatario. Como hacen tantos voluntarios de causas tan nobles que se inscriben en el capítulo de los mártires (o de los militantes) y se comportan cual policías para que todo siga como está.

Para finalizar, es importante destacar que no existen psicoanalistas homosexuales, porque tampoco existen héteros. La paranoia de Ernest Jones y de Anna Freud se refería a sus propias perversiones, como es probable que ocurra con todos los demás que aún defienden ideologías contrárias (ocultando sus homofobías porque no son políticamente correctas, pero no mucho).

El psicoanalista es un lugar simbólico. Nunca es exagerado recordarlo. Cuanto más, una parte del síntoma del analizante. Y si el síntoma fuera policialesco?

ARNALDO DOMÍNGUEZ - Itapecerica da Serra, 05 de diciembre de 2009.

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